¿QUIÉN ES PAULO COELHO?
Paulo Coelho, uno de los escritores más vendidos del mundo, nació en el barrio de Botafogo de Río de Janeiro, bajo el signo de Virgo, el 24 de agosto de 1947. Nació -cosa de la que se siente orgulloso- el mismo día, el mismo mes y bajo el mismo signo, aunque muchos años después, que su ídolo literario, Jorge Luis Borges. Para conocerle personalmente, después de haberse aprendido de memoria sus poesías, siendo aún muy joven, se subió a un autobús en Río de Janeiro y viajó durante cuarenta y ocho horas hasta Buenos Aires. Le encontró al cabo de no pocas peripecias y, cuando estuvo ante él, se quedó mudo. Le miró y pensó: «Los ídolos no hablan», y regresó a Río.
No niega que hay mucho de Borges en sus obras, empezando por El Alquimista, el libro que le ha hecho famoso en todo el mundo. Sin duda, fue el genial escritor argentino quien metió en la cabeza del entonces inquieto hijo de un ingeniero, Pedro Queima Coelho de Souza, el deseo de ser escritor, cuando en realidad su padre quería que fuese abogado. Por desobedecerle, acabaría internado en un manicomio.
En realidad, el niño Paulo, que llegó al mundo tras un parto difícil -lo que llevó a su madre, Lygia Araripe Coelho, profundamente religiosa, a bautizarle en la misma clínica donde había nacido-, soñó desde siempre con ser artista, algo que agradaba muy poco en su hogar de clase media alta. Quizá por ello le costaron mucho los estudios. A él le gustaba leer no sólo a Borges sino también a Henry Miller, y empezó a encariñarse con el teatro. Sus padres, al ver que no progresaba en los estudios, acabaron ingresándole en el entonces severo colegio jesuíta de San Ignacio, en Río de Janeiro, donde aprendió a ser disciplinado en la vida pero donde también perdió la fe religiosa. Que no había perdido, sin embargo, el gusto por la literatura lo demuestra el que ganara en el colegio su primer concurso de poesía.
Coelho fue siempre un inconformista, un buceador de cosas nuevas, lo cual le llevó a probar todo lo bueno y lo malo que se le presentaba en su camino. Cuando en plena fiebre del 68 nacen los movimientos guerrilleros y hippies, el futuro escritor se enamora de Marx, Engels y Che Guevara. Participa en comicios y manifestaciones callejeras. Se introduce en todos los movimientos progresistas y forma parte de la generación Paz y Amor.
Es en este momento cuando Coelho empieza a poner en crisis su ateísmo y sale en busca de nuevas experiencias espirituales recurriendo a drogas y alucinógenos, a sectas y a magias, viajando por toda América latina tras las huellas de Carlos Castañeda.
Al final hace caso a su padre y se matrícula en la Facultad de Derecho, en la Universidad de Río de Janeiro. Pero pronto abandonaría los estudios para dedicarse al teatro, su nuevo sueño. Con el dinero que gana como actor y, tras escapar del manicomio, marcha a Estados Unidos, donde los movimientos hippies le ayudan cuando se le acaba el dinero.
Su pasión continúa siendo la escritura y así escarcea con el periodismo y funda una revista alternativa con el título de 2001. La revista sobrevivió sólo dos números, pero fue para él de enorme importancia ya que, a través de uno de los artículos, entró en contacto con el productor musical Raúl Seixas, para quien acabaría escribiendo cientos de letras para sus canciones. Fue su primer gran momento de gloria. El cantor se movía a nivel de multinacional y Coelho empezó a ganar tanto dinero con sus letras que acabó comprándose cinco pisos. Escribió también en el diario O Globo de Río hasta que, en 1974, publica su primer libro sobre el teatro en la educación.
Son también los tiempos más duros de sus experiencias de magia negra, inspirada en Aleister Crowley. Una experiencia de las más duras y difíciles de su vida, de la que habla a fondo en este libro de confesiones. Cuando consiguió liberarse de aquellas cadenas de la magia negra, que le estaban llevando al borde del abismo, le tocó vivir otra de las experiencias más duras de todas: su secuestro y la tortura a manos de un grupo de paramilitares en la época de la dictadura brasileña.
Escapó con vida de aquel secuestro y de las duras torturas sufridas casi de milagro. Decidió entonces poner punto final a la locura de las drogas y la magia negra y se propuso emprender una vida normal trabajando con varias casas discográficas. Pero, en 1976, de nuevo el gusanillo del escritor le roe por dentro y se traslada a Inglaterra como corresponsal de algunas revistas brasileñas, y decide relatar su vida, a lo que dedicó un año. Sin embargo, antes de regresar a Brasil, olvida sus manuscritos en un pub de Londres y su vida queda sin publicar.
Después de tres matrimonios fallidos, en 1981 se casa con la que aún es su feliz esposa, Cristina Oiticica, una pintora con la que iba a compartir los grandes éxitos de su vida como escritor de fama mundial. Pero su pasión por los viajes, a la búsqueda de su misión personal, no se había apagado. Con el dinero que tenía, emprende un viaje de seis meses por todo el mundo hasta que en Alemania, en un campo de concentración, tendría una experiencia espiritual muy intensa que imprimiría un nuevo cambio en su vida, devolviéndole la fe católica de sus padres. Es el momento en que, con su maestro espiritual, recorrerá durante cincuenta y cinco días los setecientos kilómetros del camino de Santiago de Compostela, como los viejos peregrinos medievales.
La experiencia del camino de Santiago le empujó a publicar el que sería su primer texto literario: el Diario de un mago. Tras éste llegarían sus otros libros, desde El Alquimista hasta el reciente de Verónika decide morir, que le consagrarían como uno de los diez autores con mayores ventas en el mundo, un escritor que suscita polémicas, odios y amores desenfrenados, pero que sigue adelante, sonriente y seguro, en su camino de intentar despertar en los hombres y mujeres de este final de milenio el gusto perdido por el misterio y por la magia, que salva del tedio y del desamparo en el seno de una sociedad mecanizada y aburrida.
Coelho suele decir que tiene dinero suficiente para tres reencarnaciones. Gana tanto que ha decidido dedicar cada año cuatrocientos mil dólares de sus derechos de autor a una fundación que lleva su nombre y de la que se encarga su mujer, Cristina, dedicada a ayudar a los niños abandonados de las favelas más miserables de Río, a los ancianos más desprotegidos, a promover la traducción a otras lenguas de autores clásicos brasileños y a la investigación de los orígenes paleontológicos de su Brasil que tanto ama y al que considera el país más mágico del mundo, porque, según dice, en él no existe diferencia entre lo profano y lo sagrado y nadie se avergüenza de creer en el espíritu
1.- CUIDADO CON LOS RECUERDOS...
Llego a Madrid a las ocho de la mañana. Me voy a quedar apenas algunas horas, no tiene sentido telefonear a los amigos o arreglar algún encuentro. Resuelvo caminar solo por lugares que me gustan y termino fumando un cigarrillo en un banco del parque Retiro.
-Usted parece que no está aquí –me dijo un anciano, sentándose a mi lado.
-Estoy aquí –respondo. –Sólo que doce años atrás, en 1986. Sentado en este mismo banco con un amigo pintor, Anastasio Ranchal. Los dos estamos mirando a mi mujer, Christina, que bebió más de la cuenta y hace como que baila flamenco.
-Aproveche –dijo el anciano. –Pero no se olvide de que el recuerdo es como la sal: en la cantidad adecuada le da sabor a la comida; pero si se exagera, estropea el alimento. Quien vive demasiado en el pasado, gasta su presente en recordar.
2.- EL HOMBRE QUE PERDONABA...
Hace muchos años, vivía un hombre que era capaz de amar y perdonar a todos los que encontraba en su camino. Por esta razón, Dios envió a un ángel para que hablara con él.
-Dios me pidió que viniera a visitarte y que te dijera que Él quiere recompensarte por tu bondad - dijo el ángel. Cualquier gracia que desees, te será concedida. ¿Te gustaría tener el don de curar? -De ninguna manera - respondió el hombre - prefiero que el propio Dios elija a aquellos que deben ser curados.
-¿Y qué te parecería atraer a los pecadores hacia el camino de la verdad?
-Esa es una tarea para ángeles como tú. Yo no quiero que nadie me venere ni tener que dar el ejemplo todo el tiempo.
-No puedo volver al cielo sin haberte concedido un milagro. Si no eliges, te verás obligado a aceptar uno. El hombre reflexionó un momento y terminó por responder: -Entonces, deseo que el Bien se haga por mi intermedio, pero sin que nadie se dé cuenta - ni yo mismo, que podría pecar de vanidoso.
Y el ángel hizo que la sombra del hombre tuviera el poder de curar, pero sólo cuando el sol estuviese dándole en el rostro. De esta manera, por dondequiera que pasaba, los enfermos se curaban, la tierra volvía a ser fértil y las personas tristes recuperaban la alegría.
El hombre caminó muchos años por la Tierra sin darse cuenta de los milagros que realizaba porque cuando estaba de frente al sol, tenía a su sombra atrás. De esta manera, pudo vivir y morir sin tener conciencia de su propia santidad.
3.-EL LLANTO DEL DESIERTO
En cuanto llegó a Marrakech, el misionero decidió que todas las mañanas daría un paseo por el desierto que comenzaba tras los límites de la ciudad.
En su primera caminata, vio a un hombre estirado sobre la arena, con la mano acariciando el suelo y el oído pegado a tierra.
"Es un loco", pensó.
Pero la escena se repitió todos los días, por lo que, pasado un mes, intrigado por aquella conducta extraña, resolvió dirigirse a él. Con mucha dificultad,ya que aún no hablaba árabe con fluidez, se arrodilló a su lado y le preguntó:
- ¿Qué es lo que usted está haciendo?
- Hago compañía al desierto, y lo consuelo por su soledad y sus lágrimas.
- No sabía que el desierto fuese capaz de llorar.
- Llora todos los días, porque sueña con volverse útil para el hombre y transformarse en un inmenso jardín, donde se puedan cultivar las flores y toda clase de plantas y cereales.
- Pues dígale al desierto que él cumple bien su misión -comentó el misionero.
- Cada vez que camino por aquí, comprendo mejor la verdadera dimensión del ser humano, pues su espacio abierto me permite ver lo pequeños que somos ante Dios.
Cuando contemplo sus arenas, imagino a las millones de personas en el mundo que fueron criadas iguales, aunque no siempre el mundo sea justo con todas.
Sus montañas me ayudan a meditar. Al ver el Sol naciendo en el horizonte, mi alma se llena de alegría, y me aproxima al Creador.
El misionero dejó al hombre y volvió a sus quehaceres diarios. Cual no fue su sorpresa al encontrarlo a la mañana siguiente en el mismo lugar y en la misma posición.
- ¿Ya transmitió al desierto todo lo que le dije?- preguntó.
El hombre asintió con un movimiento de cabeza.
- ¿Y aún así continúa llorando?
- Puedo escuchar cada uno de sus sollozos. Ahora él llora porque pasó miles de años pensando que era completamente inútil, desperdició todo ese tiempo blasfemando contra Dios y su destino.
- Pues explíquele que, a pesar de que el ser humano tiene una vida mucho más corta, también pasa muchos de sus días pensando que es inútil. Rara vez descubre la razón de su destino, y casi siempre considera que Dios ha sido injusto con él. Cuando llega el momento en que, finalmente, algún acontecimiento le demuestra por qué y para qué ha nacido, considera que es demasiado tarde para cambiar de vida, y continúa sufriendo. Y, al igual que el desierto, se culpa por el tiempo que perdió.
- No sé si el desierto me escuchará -dijo el hombre- El ya está acostumbrado al dolor, y no consigue ver las cosas de otra manera.
- Entonces vamos a hacer lo que yo siempre hago cuando siento que las personas han perdido la esperanza. Vamos a rezar.
Ambos se arrodillaron y rezaron; uno se giró en dirección a la Meca porque era musulmán, el otro juntó las manos en plegaria porque era católico. Cada uno rezó a su Dios, que siempre fue el mismo Dios, aunque las personas insistieran en llamarlo con nombres diferentes.
Al día siguiente, cuando el misionero retornó de su caminata matinal, el hombre ya no estaba allí En el lugar donde acostumbraba a abrazar la arena, el suelo parecía mojado, ya que había nacido una pequeña fuente. En los meses subsiguientes, esta fuente creció y los habitantes de la ciudad construyeron un pozo en torno a ella.
Los beduinos llaman al lugar "Pozo de las Lágrimas del Desierto". Dicen que todo aquel que beba su agua conseguirá transformar el motivo de su sufrimiento en la razón de su alegría , y terminará encontrando su verdadero destino.
5.- EL ALQUIMISTA
5.- EL ALQUIMISTA